El auge del trabajo híbrido ha transformado radicalmente la manera en que las empresas utilizan sus espacios físicos. Ya no es necesario que todos los empleados estén presentes en la oficina cinco días a la semana, lo que ha reducido significativamente la ocupación diaria de los espacios de trabajo tradicionales. Ante este nuevo paradigma, mantener grandes oficinas infrautilizadas no solo representa un coste económico innecesario, sino también una falta de adaptación a las nuevas formas de trabajar.
En este contexto, rediseñar la oficina no es solo una cuestión de tamaño, sino de estrategia: crear espacios que potencien la productividad, la creatividad y el bienestar en un modelo laboral más ágil, eficiente y conectado (con las personas y con la marca).
Por supuesto, hay empresas que siguen y seguirán ocupando el mismo espacio; como subrayamos siempre, cuando hablamos de arquitectura corporativa no se puede generalizar puesto que cada proyecto es único en respuesta a cada compañía. Pero, es una realidad que las dinámicas de trabajo más flexibles de muchas organizaciones está reduciendo los metros cuadrados de oficina.
El diseño y ubicación de las oficinas están atravesando una nueva etapa, marcada no solo por la consolidación del trabajo híbrido sino también por una creciente necesidad de mejorar la calidad de vida de los empleados. En este contexto, muchas empresas apuestan por reubicar sus espacios de trabajo en el centro de las ciudades, alejándose de grandes sedes en la periferia, y optando por oficinas más pequeñas, funcionales y experienciales.

La centralidad como valor añadido de las oficinas
La pandemia y la implantación del teletrabajo han provocado una revalorización del tiempo personal. En este nuevo paradigma, reducir los desplazamientos diarios se ha convertido en una prioridad. Instalar oficinas en zonas céntricas —bien conectadas por transporte público, accesibles a pie o en bicicleta— no solo alivia el estrés y mejora la conciliación, sino que refuerza el vínculo entre empresa y empleado.
Las ubicaciones céntricas también ofrecen mayor proximidad a servicios clave como restauración, ocio o centros culturales. Esto convierte a la oficina en un nodo social atractivo y refuerza su papel como espacio de conexión e identidad corporativa, más allá de lo puramente operativo.
Oficinas más pequeñas, pero más eficientes
La generalización del trabajo híbrido ha disminuido la ocupación diaria de los espacios. Las compañías ya no necesitan grandes superficies, sino entornos flexibles, polivalentes y tecnológicamente equipados. Las oficinas se redimensionan, no como síntoma de reducción, sino como ejercicio de optimización. Este rediseño permite reorientar los espacios hacia usos más colaborativos, más centrados en el bienestar, la concentración y la experiencia del usuario.
Los nuevos proyectos priorizan el diseño biofílico, la sostenibilidad, la luz natural y la adaptabilidad. Se construyen espacios donde los metros cuadrados se usan con inteligencia, y donde el diseño arquitectónico cobra un nuevo protagonismo como herramienta de atracción del talento.

Una oportunidad para la rehabilitación urbana
Este regreso al centro también está impulsando la recuperación de edificios históricos y patrimoniales, muchos de ellos infrautilizados. Rehabilitar estas construcciones para acoger nuevas oficinas permite preservar la identidad urbana, revitalizar barrios y contribuir a una ciudad más densa, diversa y sostenible.
Los profesionales inmobiliarios y arquitectos tenemos hoy la oportunidad —y la responsabilidad— de diseñar los espacios de trabajo que esta nueva era demanda: más humanos, más inteligentes y más integrados con el entorno.